9. Ética y política.
9.1. La
“Ética a Nicómaco”; una ética eudemonista y teleológica.
Aristóteles expone su ética fundamentalmente en la "Ética a
Nicómaco" (sin olvidar la “Ética a Eudemo” y la “Magna Moralia”).
La ética de Platón (de herencia socrática) identificaba el bien con el
conocimiento, caracterizándose por un marcado intelectualismo. Para
Aristóteles, sin embargo, no es posible afirmar la existencia del "Bien en
sí”; del mismo modo que el ser se dice de muchas maneras, habrá también muchos
tipos de bienes.
La “Ética a Nicómaco” comienza afirmando que toda acción humana se
realiza en vistas a un fin (“telos”), y el fin de la acción es el bien que se
busca. El fin, por lo tanto, se identifica con el bien. Pero muchas de esas
acciones emprendidas por el hombre son un "instrumento" para
conseguir, a su vez, otro
fin, otro bien.
¿Hay algún bien que se persiga por sí mismo, y no como instrumento para
alcanzar otro bien? Aristóteles nos dice que la felicidad (“eudaimonía”) es el
bien último al que aspiran todos los hombres por naturaleza…, y como lo propio
del ser humano es la racionalidad, el máximo bien consistirá en la actividad intelectual.
Sin embargo, el ser humano no es sólo intelecto. El hombre para
Aristóteles es una sustancia compuesta de alma y cuerpo, por lo que junto a las
tendencias apetitivas propias de su naturaleza animal encontraremos tendencias
intelectivas propias de su naturaleza racional. Habrá, pues, dos formas propias
de comportamiento y, por lo tanto, dos tipos de virtud (“arete”):
- Las
virtudes éticas (relacionadas con las
pasiones y deseos de la naturaleza humana): fortaleza, justicia,
amabilidad, veracidad, etc.
- Las
virtudes dianoéticas (propias de la “diánoia”, del pensamiento): prudencia,
arte, sabiduría, ciencia, inteligencia intuitiva…
La virtud procede del hábito (“arete”; “habito bueno”); ninguna
virtud se origina en nosotros por naturaleza, sino que requiere esfuerzo y
voluntad.
El hábito engendra el “ethos”: el
modo de ser de una persona, que se expresa por sus actos (“praxis”).
Ahora bien, ante la variedad de
circunstancias y la imposibilidad de dictar reglas para cada momento,
Aristóteles propone como pauta ética la búsqueda del “termino medio” entre el
exceso y el defecto.
Con esto, Aristóteles intenta
objetivar la virtud. Pero, ¿cómo definir el justo medio?
Según Aristóteles no hay una medida para
definir en cada situación el justo medio. Cada hombre debe ser juez tal y como
lo haría siempre un hombre sabio y prudente (“phronesis”).
9.2. Teoría
aristotélica del “zôon politikón” y/o
sobre el ser natural de la comunidad política.
Para Aristóteles, como para Platón,
ética y política son inseparables: la ética conduce a la política y la política
vehicula el ideal ético.
Si la ética se ocupa de organizar el
comportamiento individual en favor del bien y la felicidad del individuo, la
función de la política es organizar la vida y el comportamiento para asegurar
el bien común.
No obstante, la ética depende de
alguna manera de la política porque:
- Siempre es preferible el bien de la comunidad a
la felicidad del individuo.
- El individuo sólo puede desarrollarse y ser
feliz (cubrir sus necesidades e intereses) en la polis o sociedad.
Consiguientemente, el ser de la
comunidad política es natural, no artificial. No es algo establecido
previamente mediante un pacto entre individuos, sino algo que pertenece a la
misma naturaleza del hombre, que tiene la inclinación natural a asociarse, a
ser “animal político” (“zôon politikón”) (“Política”, I, 2, 1253a).
Dicho esto, podemos distinguir 3
aspectos fundamentales en la “Política”:
El
origen de la sociedad.
El origen natural de la ciudad se
sitúa en la casa (“oikos”), entendida como “la comunidad primitiva” que cubre
las necesidades básicas del hombre; “la familia”.
El Estado es un todo del que el
individuo, la familia, la aldea son una parte.
A su vez, el origen del Estado se
puede entender de dos formas:
- Metafísico. Porque la esencia del Estado se
vincula con la naturaleza del hombre. El hombre solitario es antinatural; la
finalidad propia del hombre es lograr su perfección, su felicidad, en la
sociedad, en el Estado.
- Genético. Porque, de hecho, es el hombre el que
engendra la familia, después viene la tribu, la aldea, y, por fin, el Estado.
La
finalidad del Estado y sus formas de gobierno.
El Estado tiene como fin la felicidad
de los ciudadanos; los hombres no se han asociado para vivir, sino para “vivir
bien” (“Política”, III, 9, 1280a, 30).
La “vida buena” no consiste en la
abundancia de bienes materiales, sino en una vida “conforme a la virtud.
Por tanto, Aristóteles da a la
política un claro contenido ético al atribuir al Estado la tarea de crear las
condiciones para que se dé la vida buena – felicidad de los ciudadanos.
¿Formas de gobierno?
Aristóteles
Los grupos humanos en la ciudad.
Pero la felicidad, que es el fin del
Estado, no es alcanzable para muchos. Sólo los ciudadanos libres pueden
lograrla, porque en la ciudad no son todos iguales.
Aristóteles excluye aquí a los
esclavos y las mujeres (“Política”, II, 5, 1264b, 1-5).
También excluye a los artesanos,
labradores y mercaderes, de los que dice que es preferible que sean esclavos
(“Política”, III, 5, 1278a).
En la categoría de hombres libres
entran solamente las tres clases superiores: guerreros, sacerdotes y
magistrados.
Por tanto, el vivir bien conforme a
la virtud, la perfección y la felicidad a la que el hombre aspira por su
participación en la polis, no es para todos, sino sólo para los que disponen de
medios y tiempo para dedicarse a las actividades intelectuales.
El de Aristóteles es, pues, un ideal
político aristocrático; de una élite privilegiada.
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