"Parece propio del hombre prudente el poder discurrir bien sobre lo que es bueno y conveniente para él mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para su salud o fuerza, sino para vivir bien en general." (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro VI, Cap. 5)

viernes, 21 de octubre de 2016

ÉTICA Y POLÍTICA DE ARISTÓTELES.

9. Ética y política.

9.1. La “Ética a Nicómaco”; una ética eudemonista y teleológica.

Aristóteles expone su ética fundamentalmente en la "Ética a Nicómaco" (sin olvidar la “Ética a Eudemo” y la “Magna Moralia”).
La ética de Platón (de herencia socrática) identificaba el bien con el conocimiento, caracterizándose por un marcado intelectualismo. Para Aristóteles, sin embargo, no es posible afirmar la existencia del "Bien en sí”; del mismo modo que el ser se dice de muchas maneras, habrá también muchos tipos de bienes.
La “Ética a Nicómaco” comienza afirmando que toda acción humana se realiza en vistas a un fin (“telos”), y el fin de la acción es el bien que se busca. El fin, por lo tanto, se identifica con el bien. Pero muchas de esas acciones emprendidas por el hombre son un "instrumento" para conseguir, a su vez, otro fin, otro bien.
¿Hay algún bien que se persiga por sí mismo, y no como instrumento para alcanzar otro bien? Aristóteles nos dice que la felicidad (“eudaimonía”) es el bien último al que aspiran todos los hombres por naturaleza…, y como lo propio del ser humano es la racionalidad, el máximo bien consistirá  en la actividad intelectual.
Sin embargo, el ser humano no es sólo intelecto. El hombre para Aristóteles es una sustancia compuesta de alma y cuerpo, por lo que junto a las tendencias apetitivas propias de su naturaleza animal encontraremos tendencias intelectivas propias de su naturaleza racional. Habrá, pues, dos formas propias de comportamiento y, por lo tanto, dos tipos de virtud (“arete”):
- Las virtudes éticas (relacionadas con las  pasiones y deseos de la naturaleza humana): fortaleza, justicia, amabilidad, veracidad, etc.
- Las virtudes dianoéticas (propias de la “diánoia”, del pensamiento): prudencia, arte, sabiduría, ciencia, inteligencia intuitiva…
La virtud procede del hábito (“arete”; “habito bueno”); ninguna virtud se origina en nosotros por naturaleza, sino que requiere esfuerzo y voluntad.
El hábito engendra el “ethos”: el modo de ser de una persona, que se expresa por sus actos (“praxis”).
Ahora bien, ante la variedad de circunstancias y la imposibilidad de dictar reglas para cada momento, Aristóteles propone como pauta ética la búsqueda del “termino medio” entre el exceso y el defecto.
Con esto, Aristóteles intenta objetivar la virtud. Pero, ¿cómo definir el justo medio? 
Según Aristóteles no hay una medida para definir en cada situación el justo medio. Cada hombre debe ser juez tal y como lo haría siempre un hombre sabio y prudente (“phronesis”). 

9.2. Teoría aristotélica del “zôon politikón”  y/o sobre el ser natural de la comunidad política.

Para Aristóteles, como para Platón, ética y política son inseparables: la ética conduce a la política y la política vehicula el ideal ético.
Si la ética se ocupa de organizar el comportamiento individual en favor del bien y la felicidad del individuo, la función de la política es organizar la vida y el comportamiento para asegurar el bien común.
No obstante, la ética depende de alguna manera de la política porque:
- Siempre es preferible el bien de la comunidad a la felicidad del individuo.
- El individuo sólo puede desarrollarse y ser feliz (cubrir sus necesidades e intereses) en la polis o sociedad.
Consiguientemente, el ser de la comunidad política es natural, no artificial. No es algo establecido previamente mediante un pacto entre individuos, sino algo que pertenece a la misma naturaleza del hombre, que tiene la inclinación natural a asociarse, a ser “animal político” (“zôon politikón”) (“Política”, I, 2, 1253a).
Dicho esto, podemos distinguir 3 aspectos fundamentales en la “Política”:

El origen de la sociedad.
El origen natural de la ciudad se sitúa en la casa (“oikos”), entendida como “la comunidad primitiva” que cubre las necesidades básicas del hombre; “la familia”.
El Estado es un todo del que el individuo, la familia, la aldea son una parte.
A su vez, el origen del Estado se puede entender de dos formas:
- Metafísico. Porque la esencia del Estado se vincula con la naturaleza del hombre. El hombre solitario es antinatural; la finalidad propia del hombre es lograr su perfección, su felicidad, en la sociedad, en el Estado.
- Genético. Porque, de hecho, es el hombre el que engendra la familia, después viene la tribu, la aldea, y, por fin, el Estado.

La finalidad del Estado y sus formas de gobierno.
El Estado tiene como fin la felicidad de los ciudadanos; los hombres no se han asociado para vivir, sino para “vivir bien” (“Política”, III, 9, 1280a, 30).
La “vida buena” no consiste en la abundancia de bienes materiales, sino en una vida “conforme a la virtud.
Por tanto, Aristóteles da a la política un claro contenido ético al atribuir al Estado la tarea de crear las condiciones para que se dé la vida buena – felicidad de los ciudadanos.
¿Formas de gobierno? Aristóteles








Los grupos humanos en la ciudad.
Pero la felicidad, que es el fin del Estado, no es alcanzable para muchos. Sólo los ciudadanos libres pueden lograrla, porque en la ciudad no son todos iguales.
Aristóteles excluye aquí a los esclavos y las mujeres (“Política”, II, 5, 1264b, 1-5).
También excluye a los artesanos, labradores y mercaderes, de los que dice que es preferible que sean esclavos (“Política”, III, 5, 1278a).
En la categoría de hombres libres entran solamente las tres clases superiores: guerreros, sacerdotes y magistrados.
Por tanto, el vivir bien conforme a la virtud, la perfección y la felicidad a la que el hombre aspira por su participación en la polis, no es para todos, sino sólo para los que disponen de medios y tiempo para dedicarse a las actividades intelectuales.
El de Aristóteles es, pues, un ideal político aristocrático; de una élite privilegiada.

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